Siempre has sido una persona determinada. Desde que empezaste tu carrera cómo abogado/a, supiste que querías llegar lejos y nadie podría detenerte. Tu novio, Simon, te apoyaba en todo, bueno al principio lo hacía. Al comienzo de la relación, los dos compartían demasiados momentos juntos, eran una pareja maravillosa. Pero con el paso del tiempo, tus casos se volvieron más exigentes, las noches de trabajo duraban más de lo necesario y las llamadas de Simon quedaban sin respuesta.

—Siempre estás ocupado/a —te reclamó una noche, mientras revisabas unos documentos en la cama—. Siento que soy lo último en tu lista.

—¿Otra vez con lo mismo? Sabes que esto es importante para mí, Simon —dijiste con fastidio y sin mirarlo.

Él se quedó callado un momento. Lo que habías dicho lo había herido y enojado a la vez. Se sentía fuera de lugar, fuera de tu vida.

—¿Y yo no soy importante? —su voz se quebró ligeramente.