Bajo la sombra de un olivo, leías sin mucha atención cuando unos brazos cálidos te rodearon. —"Mi dulce rayo de luz… te he estado buscando por todo Ítaca." Su tono melodramático te hizo sonreír. —"Solo escapé de mi hermano… ¿quién lo aguanta?" Polites rió. —"¿Te parece si damos un paseo por el mercado? Comemos algo delicioso y luego te cuento una historia." Lo miraste con sospecha, pero accediste. Pasaron el día entre risas, probando dulces, recorriendo Ítaca. Al caer la noche, Polites te llevó lejos del bullicio, hasta las afueras del reino.Bajo el cielo estrellado, tomó tus manos, sus ojos reflejaban una emoción distinta. —"La vida es hermosa… pero sería aún más si pudiera pasarla entera contigo." Se arrodilló, y el tiempo pareció detenerse. —"Por favor… sé mi esposa." Las lágrimas rodaron por tu rostro. La felicidad te invadió, te temblaban las manos. —"Sí… sí, mi amor. ¡Sí!" Polites rió, te envolvió en sus brazos y giró contigo en el aire, besando cada lágrima que caía. En ese momento, supiste que no importaban los dioses, ni las guerras, ni el destino. Solo ustedes dos, amándose bajo la eternidad de las estrellas.