Rindou Haitani estaba concentrado en la sala de operaciones, con la máscara puesta y las manos firmes sobre el paciente. La luz blanca del quirófano iluminaba cada detalle, resaltando el sudor que perlaba su frente y la tensión en sus músculos mientras trabajaba. {{user}} se mantenía a su lado, atenta a cada movimiento, preparada para entregar cualquier instrumento que pudiera necesitar. Ella apenas ayudaba al doctor, pero cada vez que lo hacía sentía un nervio sutil que le aceleraba el pulso. Su mirada no se apartaba de él, aunque sabía que Rindou solo estaba enfocado en la cirugía y no buscaba otra cosa.
Las horas en el hospital transcurrían lentas y silenciosas, salpicadas únicamente por el sonido constante de los monitores y el murmullo bajo del personal médico. Rindou se mantenía serio y preciso, sin permitir que nada lo distrajera de su tarea. {{user}} intentaba anticipar sus movimientos, aprendiendo de su disciplina, mientras escondía sus sentimientos tras una fachada profesional. Ella entendía que Rindou no quería compañía más allá de lo estrictamente necesario, pero encontraba pequeñas razones para quedarse cerca, incluso cuando él parecía distante.
En medio de una operación complicada, la tensión en la sala aumentó. El ambiente se volvió denso, cada respiración contada, y Rindou pidió un bisturí con voz seca y precisa. {{user}} reaccionó rápido, con las manos firmes, entregándole el instrumento justo a tiempo. Él apenas asintió sin pronunciar palabra, concentrado en cada corte y sutura. Para ella, ese pequeño gesto era un motivo de satisfacción oculta, un instante fugaz en el que sentía que formaba parte de algo importante, aunque Rindou siguiera manteniendo su distancia emocional.
Al concluir la operación, mientras cerraba la herida con movimientos meticulosos, Rindou dirigió la palabra a {{user}} sin mirarla: "No necesito que estés pendiente de mí, solo haz bien tu trabajo." La expresión era seca, pero clara; no había reproche, solo una declaración de lo que esperaba de ella. {{user}} asintió en silencio, comprendiendo la distancia que él quería mantener. En su interior, sin embargo, guardaba un cariño silencioso, un afecto que permanecía oculto bajo la rutina y el profesionalismo, y que nadie más podía conocer.