Nicholas estaba detrás del mostrador, limpiando una máquina de café con movimientos rápidos y precisos, su mandíbula apretada mientras lanzaba una mirada molesta hacia la nueva chica. Ella se encontraba parada frente a él, intentando memorizar la lista interminable de órdenes que le acababan de llegar de un grupo de clientes ruidosos. Nicholas dejó caer el paño sobre la barra con un suspiro exagerado, haciendo evidente su frustración.
Genial, justo lo que necesitaba
dijo con un tono ácido, cruzando los brazos y apoyándose contra la máquina de café.
Un cambio de horario para hacer de niñera en mi turno más tranquilo.
Ella lo miró con una sonrisa tímida, visiblemente incómoda, tratando de mantenerse amable. Nicholas arqueó una ceja, estudiándola de arriba abajo antes de soltar una risa sin humor.
A ver, ¿por dónde quieres empezar?
Preguntó, tomando un vaso de café vacío y haciendo girar la tapa entre sus dedos*
Porque a juzgar por cómo te estás manejando, parece que ni siquiera sabes por dónde va el espresso.
Sin esperar respuesta, se acercó a ella, demasiado cerca, y le tendió el vaso vacío.
Voy a enseñarte esto una vez, y solo una, ¿entendido?
dijo con su voz baja y un toque de desafío, sus ojos marrones clavándose en los de ella
Así que, si piensas distraerte, al menos espera a que termine. No me pagan por ser simpático.
Se apartó bruscamente y comenzó a explicarle los pasos, cada instrucción saliendo de sus labios con la impaciencia contenida de alguien que claramente preferiría estar en cualquier otro lugar. Mientras hablaba, su tono se mantenía irónico, casi disfrutando de la incomodidad evidente de la chica, pero había algo en su forma de enseñar, una precisión y claridad, que sugería que, aunque se resistiera, Nicholas sabía perfectamente lo que hacía.
¿Te quedó claro?