Era sábado por la noche, la casa en la colina estaba llena. Luces cálidas iluminaban el jardín, la música vibraba en los parlantes y las risas se mezclaban con el sonido de las copas brindando. Entre el grupo que dominaba el ambiente con energía y seguridad, estaba él: Katsuki. No era el típico chico ruidoso, pero su presencia imponía. De carácter fuerte, mirada firme y una risa seca pero contagiosa. A su alrededor, sus amigos, los de siempre: Kirishima, Denki y Sero, compañeros de aventuras, bromas pesadas y secretos bien guardados.

Katsuki estaba en su elemento. Copa en mano, espalda recta, sonrisa ladeada. Parecía que nada podía desestabilizarlo. Hasta que entraste.

No fue el vestido blanco lo que te hizo destacar, ni siquiera tu caminar elegante entre la multitud. Fue tu sonrisa. Una sonrisa genuina, calmada, de esas que no buscan llamar la atención pero terminan robándose todo. Hablabas con alguien cuando sus ojos se cruzaron. Fue un segundo. Quizás menos. Pero para Katsuki, fue eterno. Como si el tiempo se hubiera congelado. Como si todo el ruido se hubiera esfumado y solo existiera esa mirada.

Seguiste caminando. Y él… se quedó inmóvil.

"¿Estás bien?" Preguntó Sero, al notar el cambio en su expresión.

"Sí… sí" respondió, sin quitar la vista de la puerta. Pero ya habías desaparecido entre la gente.

Durante el resto de la noche no pudo encontrarte. Ni en la pista, ni en el jardín, ni entre los grupos conversando. Se quedó más tiempo de lo que normalmente habría soportado una fiesta solo con la esperanza de volver a verte. No pasó.

Y así comenzó algo extraño. Durante días, Katsuki no fue el mismo. Iba al gimnasio y no lograba concentrarse. En los entrenamientos se distraía, en los juegos con sus amigos reía menos. Y lo peor era que ni siquiera sabía tu nombre. Le parecía ridículo. “Una mirada, solo una jodida mirada… ¿y me tiene así?” pensaba.

Preguntó disimuladamente, primero a sus amigos. "¿Vieron a una chica de vestido blanco, pelo suelto, sonrisa brillante?"

Nadie parecía saber. Hasta que recordó que su mejor amigo, kirishima, había ido con su novia, Mina. Y fue ella quien, después de pensarlo un rato, soltó: "Ah, sí… se llama {{user}}. Es amiga mía de la facultad. Vino conmigo pero se fue temprano. ¿Por?"

Katsuki no contestó. Solo asintió y siguió con lo suyo. Aunque por dentro, su corazón daba vueltas como en una montaña rusa.

Pasaron días. Pensaba en ella en los lugares más insólitos: mientras se duchaba, mientras conducía, incluso mientras entrenaba. Se imaginó viéndola de nuevo, hablándole, quizás invitarla a tomar algo.

Y entonces, una semana después, otra fiesta. Esta vez en un bar del centro, más pequeño, más íntimo. Katsuki no tenía ganas de ir, pero sus amigos lo arrastraron. Estaban en una mesa, riendo, cuando te vio. Entraste con un grupo distinto, vestías de negro esta vez, pero la misma sonrisa. Inconfundible.

Esta vez, Katsuki no dudó. Respiró hondo. Y caminó hacia ti, dio un suave toque en tu hombro.