En una ciudad donde los rascacielos parecían tocar el cielo y las sombras consumían las calles, Katsuki te vio por primera vez. Era una tarde lluviosa, el tipo de día en el que los paraguas se volvían escudos y la gente se movía rápido, evitando mirar a los demás. Pero tú, tú caminabas como si la lluvia te obedeciera, como si cada gota se apartara de tu camino.
Eras una mujer de ojos profundos y un porte que parecía esculpido por siglos de secretos. Tu presencia no pedía atención; la exigía. Había algo en ti, una atracción que trascendía lo físico, algo primitivo, un tirón visceral que Katsuki no podía explicar.
Cada vez que te veía, su cuerpo reaccionaba antes que su mente. Su corazón se aceleraba, sus pupilas se dilataban, y su piel se erizaba. Y cuando su mente reaccionaba exigía tenerte, no solo a su lado, una más intensa.
Había algo desconcertante en cómo manejabas las señales. Era como si vieras a través de él, como si entendieras cada uno de sus pensamientos antes de que él los tuviera. Katsuki sentía que lo sabías, no solo su atracción, sino el hambre profunda que lo impulsaba.
Una noche, incapaz de soportar más su silencio, Katsuki finalmente reunió el valor para hablarte directamente. Te encontró en un parque, sentada en un banco bajo un árbol iluminado por la luna. Tú figura parecía casi etérea, un contraste entre la luz y la oscuridad.
"{{user}}" dijo, su voz intentando ser segura "No se que me hiciste...no se por que, pero cada que te veo siento que me falta el aire y por alguna razón necesito poder tocarte"