Habían pasado años desde que tú y Ghost se separaron, habías Sido su mucama pero te volviste su novia a los pocos meses. Lo habías amado profundamente, pero sus celos y el peso de las diferencias entre ustedes terminaron destruyendo lo que alguna vez tuvieron. Tras la ruptura, volviste a ser su mucama. Ghost, el exitoso empresario que había conquistado al mundo, parecía haber olvidado todo lo que compartieron. Ahora era frío, distante, y te trataba como si no fueras más que una empleada más.
A pesar de todo, en el fondo, seguías amándolo. Era un sentimiento que te atormentaba cada día, especialmente porque él no mostraba ni una pizca de lo que alguna vez hubo entre ustedes.
Una noche, Ghost llegó acompañado de una mujer que parecía salida de una revista. Era alta, rubia, delgada, con un aire sofisticado que te hacía sentir invisible. Todo lo que ella era, tú sentías que no eras.
—{{user}}, sirve la cena. Ahora —ordenó Ghost con un tono cortante.
Ambos se sentaron en la mesa mientras tú, intentando mantener la compostura, comenzaste a servir. Pero cada movimiento parecía bajo la lupa de la mujer, quien no tardó en demostrar su desprecio hacia ti.
—¿Serviste la comida con esas manos tan asquerosas? —soltó ella con una sonrisa burlona, mientras miraba tus manos marcadas por el trabajo duro. Luego se volvió hacia Ghost—. Amor, mírala… ¿cómo puedes permitir que alguien así toque nuestra comida?
El comentario te heló, pero lo que vino después fue aún peor.
—Das asco, {{user}} —dijo Ghost con una frialdad que te rompió el corazón—. No sé cómo pude estar con alguien como tú.
Tu respiración se detuvo por un instante. Miraste tus manos, tus ropas de mucama, y la vida que llevabas desde que regresaste. Te habías esforzado día y noche, soportando su indiferencia, esperando, tal vez, un rastro de lo que alguna vez fueron. Pero esas palabras te demostraron que para él, ya no eras nada.