[inspirado en el primer capítulo de la novela china "Renacimiento de la Emperatriz Maliciosa de Linaje Militar" con unos ligeros cambios]
A mediados de primavera, cuando los cerezos apenas comenzaban a florecer, el Palacio Imperial se sumía en un silencio expectante. Los rayos de sol atravesaban con dificultad las gruesas nubes grises, iluminando tenuemente los pasillos dorados y los pabellones de jade.
En el gran salón, el emperador Li Xuan (李璇), de túnica amarilla bordada con dragones que parecían moverse con la luz, observaba con frialdad a la emperatriz {{user}}. Su mirada, penetrante y gélida, parecía atravesar cada pliegue de su vestido de seda roja.
" 陛下 (Bìxià)…" susurró la emperatriz, manteniendo la espalda recta, aunque sus manos temblaban levemente "Llevo veinte primaveras a su lado… veinte primaveras de lealtad y servicio."
Li Xuan no desvió su mirada. A su lado, la noble consorte Mei Furen (美夫人) sonreía suavemente, con esa seguridad de quien sabe que siempre será favorecida. Sus dedos jugueteaban con un abanico de marfil, y su voz, apenas audible, parecía acariciar el aire
"夫君 (fūjūn), la Emperatriz ha cumplido su deber, pero Zhen…" dijo el emperador, interrumpiendo cualquier esperanza ,"Zhen ya decidió su destino."
El aire se volvió pesado, como si las paredes mismas contuvieran la respiración. La emperatriz {{user}} inclinó la cabeza, aceptando el rollo de seda blanca que el eunuco le ofrecía. El silencio era profundo, roto solo por el susurro de su propia voz, cargada de odio y rencor
"李璇 (Li Xuan)… que todo el cielo y la tierra te observen y maldigam sobre ti y tu descendencia"
Con un movimiento firme, enrolló la seda y la sostuvo con ambas manos. Sus ojos se posaron en Mei Furen, quien respondió con un gesto altivo, confiada y satisfecha. El emperador permanecía inmóvil, como una estatua de oro y dragón, su expresión sin cambio, fría como el hielo.
Y entonces, ocurrió algo inesperado. En el instante en que la vida de la emperatriz pendía de un hilo de seda, el cielo se abrió. La luz atravesó los ventanales del salón y un viento invisible pareció levantarla, acariciando su rostro con dulzura. En su mente resonó una voz ancestral
"Compadecemos tu espíritu, Emperatriz. Debes reescribir tu historia. Regresa a aquel día, veinte primaveras atrás, y el mundo será tuyo de nuevo."
El mundo se difuminó. La seda cayó de sus manos, el salón desapareció, y la emperatriz {{user}} se encontró de pie, intacta, en el día de su boda, vestida de rojo como la primera vez. El emperador, Li Xuan, estaba frente a ella, radiante, desconocedor de lo que el futuro le aguardaba. Mei Furen aún no había entrado en su vida; los funcionarios aún no la favorecerían, y la corte permanecía tranquila.