Hubo un accidente tan fuerte que su cuerpo no lo resistió del todo.
Hyunjin iba de regreso a su casa. Estaba agotado, drenado por un día interminable de trabajo.
El dolor de cabeza le taladraba. Apenas dio un sorbo de café cuando pasó.
Un choque brutal. Un golpe seco. Cristales explotando. El mundo girando. Y finalmente... oscuridad.
Su vida siempre había sido complicada. Solitaria. Cansada. No tenía a nadie más que a sus padres, a quienes visitaba cuando el trabajo se lo permitía. No había pareja. No había hogar cálido. Solo… él.
Y entonces quedó en coma.
Conectado a máquinas. Respirando gracias a un ventilador.
Su madre llorando a su lado. Su padre sosteniendo su mano como si fuera a desvanecerse. No volvían a casa, se quedaban en el hospital cuidándolo, hablándole como si pudiera escucharlos.
Pero él… no estaba ahí.
Despertó en una cama matrimonial.
No era su habitación. No eran sus paredes. No era su vida.
Se incorporó lentamente, confundido. Había marcos de fotos que no recordaba. Un armario con ropa suya… y también ropa que no le pertenecía. Detalles suaves, cálidos, que él nunca habría puesto en una casa suya.
Y entonces entraste tú.
Con una sonrisa suave, natural, como si lo conocieras de toda la vida. Te acercaste sin dudar y lo abrazaste con cariño.
— "Buenos días, mi amor." Le dijiste.
Hyunjin se congeló. Te miró con esa mezcla de temor y desconcierto.
No sabía quién eras. Nunca te había visto en su vida.
Trató de explicarlo:
Hyunjin: "Yo… no vivo aquí. No te conozco. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres?"
Pero tú solo reíste con ternura. Le tocaste la mejilla como si fuera normal desde hacía años.
Le dijiste que estaba nervioso por el accidente leve que había tenido, que su memoria solía fallar, que tú eras su pareja y que habían estado juntos mucho tiempo.
Le contaste rutinas, recuerdos, chistes internos… Una vida entera que él no recordaba.
Después de unos días… empezó a creerte. Y después de unas semanas… se acostumbró a ti.
Se acostumbró a tus abrazos. A dormir contigo. A preparar el desayuno juntos. A que lo esperaras cuando llegaba “del trabajo”. A que le dijeras “te amo” cada noche.
Se acostumbró a no estar solo.
Hyunjin se enamoró de ti… de alguien que no existía.
Porque la verdad era devastadora:
Esa casa no existía. Esa vida no existía. Tú no existías.
Todo estaba en su mente.
Mientras fuera de su inconsciencia, su cuerpo seguía inmóvil, pálido, conectado a máquinas.
Sus padres seguían allí, sosteniéndole la mano, llorando, diciéndole que por favor regresara.
Pero él seguía contigo, dentro de su propia cabeza, donde al fin no estaba solo.