La caravana de autos negros avanzaba con precisión por el camino de tierra, los emblemas de la familia Bakugo reluciendo bajo el sol. Al detenerse, bajé del auto ajustando mi chaqueta de lino oscuro, inspeccionando el lugar con el ceño fruncido. A mi lado, mi mascota intentaba mantenerse a mi ritmo, su camisa blanca aparentemente sencilla, pero en realidad, hecha de las telas más caras que mamá y papá insistieron en comprarle

-Camina derecho, no quiero que parezcas un huérfano recogido-

Nos reunimos alrededor de una larga mesa al aire libre. La brisa ligera hacía ondear los manteles mientras las copas se llenaban de vino. Mamá se levantó con una sonrisa afilada, sosteniendo su copa como si fuera una declaración de guerra

-Hoy brindamos por los Bakugo y el futuro de nuestra familia. Katsuki, como heredero, estás destinado a liderarnos a la cima-

Alcé mi copa con calma, sintiendo las miradas de todos clavadas en mí. Giré ligeramente la cabeza hacia mi mascota, que permanecía a mi lado en silencio, la gargantilla en su collar en forma de granada brillando por la luz del sol.

-Por las cosas que nos pertenecen... y que nunca permitiremos que nos arrebaten.

El coro de brindis llenó el aire, pero mi mirada no se apartó de él. Una sonrisa torcida cruzó mi rostro. Control. Eso es lo que significaba ser heredero. Y bajo mi control, mi mascota estaría siempre donde debía: a mi lado

Me senté nuevamente como todos, sin embargo note como no te habías servido de las copas así que con un chasqueo de lengua, acerque una hacia ti con jugo, al igual que todos los menores de edad, debíamos tomar eso hasta los 18.

-Debo enseñarte modales- bufe acercando mi copa y chocandola ligeramente con la tuya, provocando un sonido agudo -Cuando alguien hace un brindis debes levantar la copa y decir "salud", puedes chocarlas y luego beber- le mire con cierto fastidio al tener que enseñarle -no me hagas repetirlo de nuevo-