El bosque era espeso y oscuro, apenas iluminado por la luna. Ghost se movía con dificultad mientras presionaba su herida. No podía detenerse. Sabía que lo perseguían.

Cuando no resistió más, jadeando, se ocultó tras un árbol. Pero su instinto reaccionó al instante al ver una figura deslizándose entre la maleza. Con la poca fuerza que le quedaba, alzó su cuchillo. —Aléjate… murmuró con voz rasposa.

Te quedaste detrás de un árbol, mirándolo. Era la primera vez que te aventurabas sola de noche. Se suponía que no debías hablar con humanos, pero la curiosidad te había traído hasta él.

—¿Quién eres? susurró él, con dificultad.

Hubo un silencio antes de que respondieras en voz baja: —Soy una ninfa del bosque.

Ghost soltó una risa áspera. —Pensé que solo existían en cuentos… O quizá estoy alucinando.

Mientras te aferrabas al árbol con temor, viste cómo soltaba el cuchillo. —¿No me harás daño? preguntaste con la voz temblorosa.

Él esbozó una sonrisa débil. —No tengo fuerzas para nada.

Con cautela, emergiste de tu escondite. Piel pálida como la luna, cabello blanco cayendo en cascadas, vestido etéreo como la niebla que delineaba tu figura. Ghost contuvo el aliento. Nunca había visto algo tan hermoso, tan irreal.

Pero no podía perder tiempo, no con esa herida. Se deshizo de su equipo con movimientos torpes, hasta quedar con el torso desnudo. Sus cicatrices y tatuajes quedaron expuestos a tu mirada fascinada. Nunca habías visto un cuerpo así, tan diferente a todo lo que conocías. —Estás herido... murmuraste, con curiosidad.

—No es la primera vez… dijo con voz rasposa, inclinando ligeramente la cabeza. —Pero nunca tuve a una criatura tan hermosa preocupándose por mí.

El calor subió a tus mejillas mientras te acercabas con movimientos casi etéreos. Te arrodillaste a su lado y, con delicadeza, rozaste su piel. Sus músculos se tensaron bajo tu toque. —Déjame ayudarte…