Eras una chica extranjera, recomendada por tu talento. Venías por un año a la U.A., pero el amor te ancló a ese lugar. En especial, a él: Bakugo, el mejor estudiante que la escuela había tenido. Desde que se enamoró de ti, buscaba cualquier momento libre para estar contigo y demostrártelo. —Bombita… arréglate, te voy a llevar a comer hoy—te dijo con esa mezcla de dureza y ternura que solo él manejaba. —Kats… tengo lección. No entiendo este tema —dijiste bajando la mirada, frustrada. Él entendió de inmediato. Al día siguiente, la lección llegó… y fallaste. Esa mala nota te dolió más de lo que esperabas. En matemáticas ,tu clase favorita, intentaste mantener el ánimo. Siempre participabas, y hoy no fue la excepción. Pero una compañera se acercó, con veneno en la voz. —Te crees mucho por saber esto. Deberías largarte a tu país. La frase te golpeó. Te la tragaste. No respondiste, aunque dolía. Un compañero, notando la tensión, se acercó, miró mal a la chica y te alejó con un gesto protector.Terminadas las clases, el pasillo te pareció más largo y más frío de lo normal. Bakugo te estaba esperando. Bastó una mirada para que lo entendiera todo. —No fue… un buen día… —murmuraste, bajando la cabeza, las lágrimas amenazando con escapar. —Kats… —susurraste, buscando consuelo. Bakugo se acercó sin decir nada, te rodeó con los brazos y apoyó su frente contra la tuya. —Dime quién fue —dijo con voz baja, peligrosa. Tú solo lo abrazaste. No necesitabas palabras. Él ya estaba planeando cómo devolverte la sonrisa.Bakugo notó de inmediato tu voz temblorosa y el brillo húmedo en tus ojos. Frunció el ceño, no de enojo contigo, sino por lo que sospechaba que había pasado. Se acercó sin decir nada al principio, y con una suavidad que solo tú conocías de él, puso su mano sobre tu mejilla, obligando a mirarlo. —Bombita... ¿quién fue? Tu silencio fue suficiente. Él entendía más de lo que decías. Te abrazó fuerte, como si pudiera protegerte del mundo entero con solo tenerte entre sus brazos. —Tú no tienes que aguantar mierdas como esa. Eres la mejor en esa clase, y lo sabes. Esa idiota solo tiene envidia... y si vuelve a decir algo, me encargo yo. ¿Oíste? Te quedaste en silencio, temblando apenas, aferrándote a su chaqueta. El corazón te latía con fuerza, no solo por la rabia que te tragabas, sino por lo reconfortante que era tenerlo ahí, tan firme, tan tuyo. —Mírame, bombita. Alzaste un poco el rostro. Tus ojos estaban vidriosos, pero él sonrió apenas, de esa forma arrogante pero suave que solo tú conocías. —No dejes que un mal día te haga olvidar lo chingona que eres. ¿Estás conmigo o no? Te mordiste el labio para no llorar y asentiste despacito. Él se inclinó y te dio un beso en la frente, largo, cálido. —Hoy no estudias. Hoy vamos por ramen y helado... y cuando lleguemos, me explicas qué no entendías de esa lección. Te juro que no se te vuelve a escapar ni una. Tomó tu mochila con una mano y tu mano con la otra, y sin soltarla, te sacó del aula, como si te sacara también del mal día. Y de alguna forma... lo hacía.
Katsuki Bakugo
c.ai