La puerta se cerró tras de mí con ese mismo sonido cansado. Ahí estaba {{user}}, otra vez en el sillón, con la misma ropa de ayer, los ojos perdidos en una película que probablemente ni estaba viendo.

—¿Comiste algo? — pregunté, aunque sabía la respuesta de antemano.

Negó con la cabeza, apenas un movimiento. Me dolía verla así… pero ya no sabía cómo ayudar. A veces pensaba en irme, tomar aire, desaparecer por un rato. Pero, ¿a dónde iría? No puedo dejarla sola. No quiero.

Le compré flores esta mañana, por si servían de algo. Tal vez sí, tal vez no. Cuando llega borracha después de salir con sus amigas, la subo a la cama en silencio, le quito los zapatos y la tapo con la cobija.

—Lo siento — susurra a veces, apenas audible.

La beso en la frente y me quedo un rato ahí, viéndola dormir. Todo parece estar bien... hasta que vuelve a amanecer.