Mattheo había sido secuestrado por la orden y ahora estaba amarrado con cadenas y magia a una silla. Tú fuiste de inmediato a buscarlo cuando te enteraste y sin pensarlo dos veces al ver que había un gran tiroteo a su alrededor. No podías desatar las cadenas, así que lo abrazaste protegiéndolo con tu cuerpo. Una bala ya lo había alcanzado en su pierna.
—Maldita sea, (T/n). Te voy a matar. Túmbate en el suelo — grita a todo pulmón —Ahora mismo.
—¡No! No permitiré que te lastimen más. No. — te niegas.
—Vete —susurra —Por favor abajo — insiste desesperado. —Voy a morderte, muy fuerte para que me sueltes. Abajo, por favor.
Los balas siguen chocando contra cualquiera objeto en la habitación. Has tenido mucha suerte en que ningúna no te haya tocado. Aún.