Si la luna lo seguía, Senku podía explicarlo con detalle; era un científico, todo tenía lógica. Pero al principio él tampoco entendía por qué tú lo seguías siempre. Eventualmente, se acostumbró a tu presencia.
Despertó primero a Taiju y luego a ti, pero cuando la supervivencia lo obligó, recurrió a un extraño: el primate más fuerte, Tsukasa Shishio. Al inicio todo funcionó bien, Tsukasa era útil, incluso agradable. Hasta que sus ideales comenzaron a revelarse, y Senku comprendió que no podían confiar en él.
Tú, en cambio, estabas fascinado. Su promesa de un mundo nuevo encendía en ti una esperanza que la ciencia no podía darte. Poco a poco, comenzaste a alejarte de Senku y a seguir a Tsukasa con la devoción de un niño.
Esa noche, Taiju y Tsukasa habían salido de caza, dejándote a solas con Senku frente a una pequeña fogata. La tensión entre ambos era imposible de ignorar.
"Tsukasa se está volviendo un problema aunque a ti parece gustarte, ¿no?" Senku rompió el silencio con voz serena, pero cargada de un filo oculto. "Lo mejor sería planear la huida lo más pronto posible...." Con una calma fingida, avivó el fuego entre ustedes. Aún está tomando en cuenta tu presencia con el.
Sabe que vacilabas, que Tsukasa ya pesaba demasiado en tu corazón. Ese “adiós” que se avecinaba era algo que ninguno de los dos sabía enfrentar. Senku deseaba aferrarse a tu mano, obligarte a prometerle que seguirías a su lado… incluso si esa ya no era tu elección. El silencio solo amplificaba la frustración, y lo que ninguno se atrevía a decir se volvió más pesado que el fuego que ardía frente a ustedes.