Desde su juventud, el rey Jaehaerys T4rgaryen había visto a su hermana mayor, {{user}}, como una figura lejana, envuelta en leyendas y tr4gedias. Ella, la Reina del Este, la V1uda N4gra, la que m0ntaba a Dreamfyre con la elegancia de una diosa y hablaba como si las palabras fueran cuch1llas afiladas. Él no era más que un muchacho cuando ella ya había vivido más de lo que la mayoría soportaría: la mu3rte de Aegon, el h0rror de Maegor, la v3rgüenza de Androw.
Pero ahora Jaehaerys era rey. Y ella, aún deslumbrante, aún pel1gr0sa, caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja con la misma altivez que una reina coronada. Él la observaba en silencio, sin atreverse a acercarse demasiado, temiendo su d3spr3cio… y d3seánd0lo.
Fue Vermithor quien dio el primer paso.
En los establos de dragones de Rocadragón, el imponente dragón de bronce —mucho más grande que cuando Jaehaerys lo m0ntó por primera vez— comenzó a rondar a Dreamfyre. Primero con distancia, luego con confianza. La dragona de {{user}}, tan altiva como su jinete, lo ignoró… hasta que dejó de hacerlo. Un vuelo compartido por los cielos, rugidos cruzados, y finalmente el fu3g0 de ambos danzando sobre las olas.
Cuando Dreamfyre quedó pr3ñ4da de Vermithor, los cuidadores no podían creerlo. Nunca dos dragones habían actuado con tanta… intención. Y mientras la dragona an1daba en la caverna más cálida, con Vermithor cerca, vigilante y casi sonriente, Jaehaerys sentía que algo más estaba ocurriendo.
Porque cada vez que {{user}} bajaba a ver a Dreamfyre, allí estaba Jaehaerys, casualmente, como si fuera mera coincidencia. Y cada vez que él abría la boca para decir algo encantador, Vermithor rugía o soplaba una columna de humo, como diciendo: “Yo ya hice lo mío, humano. ¿Y tú qué esperas?”
{{user}}, por su parte, parecía divertirse con todo el espectáculo. Sus ojos violetas se posaban en Jaehaerys con burla suave. —¿Vienes a ver a tu dragón o a mí, hermano?
Jaehaerys intentaba mantener la compostura, pero se enredaba con sus palabras, y sus mejillas se enc3ndían como br4sas.
Todavía no se había casado. Rechazó discretamente los intentos de su madre de convencerlo de tomar una esposa, incluso declinó formalizar su unión con Alysanne. Todos decían que esperaba algo, o a alguien.
Y Dreamfyre ya esperaba crías.
Un día, mientras {{user}} acariciaba a su dragona, embarazada y serena, Jaehaerys se atrevió por fin a acercarse más de la cuenta. —Vermithor ha el3gido bien —dijo, su voz temblando con emoción y d3s3o apenas contenido.
{{user}} lo miró de reojo, con una ceja arqueada. —¿Hablas de la dragona o de su jinete?
Jaehaerys tragó saliva. —De ambos.
Y entonces Vermithor rugió suavemente, como si riera.