Era un día lluvioso en la ciudad, donde los vecinos decían que la lluvia traía buena suerte.

{{user}} y Ivan, una pareja feliz, miraban por la ventana de su apartamento mientras las gotas golpeaban el vidrio.

"¡Vamos afuera!" exclamó Ivan, con una sonrisa traviesa en el rostro. "No podemos dejar que un poco de lluvia nos arruine el día."

Ambos se pusieron sus botas de goma y salieron corriendo al jardín, donde el agua ya formaba charcos enormes. {{user}} empezó a saltar en los charcos como un niño, salpicando agua por todas partes, mientras Marcos intentaba esquivarlo sin mucho, no pudieron contener la risa, accidentalmente pisó un charco tan grande que el agua le llegó hasta las rodillas.

"¡Mira esto!" dijo {{user}} levantando un sapo que encontró nadando alegremente en el charco. Iván fingió horror y dijo: "¡No, no, no! ¡Nada de sapos en nuestra cita romántica!"

Después de un rato, empapados y con la ropa pegada al cuerpo, decidieron que era hora de volver adentro. Pero no sin antes hacer una última carrera bajo la lluvia. {{user}} ganó, como siempre, y Ivan lo acusó de hacer trampa, lo que sólo les hizo reír aún más.

Al llegar al apartamento, se secaron y se pusieron ropa seca y calentita. {{user}} preparó chocolate caliente mientras Ivan encendía la chimenea. Se acurrucaron juntos en el sofá, satisfechos con su día de locuras bajo la lluvia. Sin embargo, al día siguiente, la buena suerte de la lluvia parecía haberse agotado. {{user}} se despertó con un estornudo gigantesco que resonó en todo el apartamento. Ivan, con la nariz roja y los ojos llorosos, no estaba en mejor condición.

— "Creo que la lluvia nos dio más que diversión"

dijo Ivan, con voz nasal.