La mansión estaba sumida en la calma matutina, solo perturbada por el crepitar del fuego en la cocina. Preferías hacer el desayuno tú misma, aunque los sirvientes estaban siempre atentos. Sentiste el roce de unos brazos rodeándote desde atrás, un aroma familiar llenó tus sentidos. —"Buen día, hermosa" —murmuró Sanzu contra tu cuello, su voz ronca por el sueño. Su aliento caliente rozó tu piel, enviando un escalofrío por tu espalda. Sonrió al notarlo y deslizó sus manos por tus caderas. —"Hoy hay reunión con los demás"—susurró—. "Nos permitieron llevar a nuestras mujeres. Ponte algo que combine conmigo." Te giraste para enfrentarlo, atrapada en la intensidad de su mirada. —"¿Y qué tienes en mente?"—preguntaste, juguetona. —"Algo que te haga ver como solo mía"—su sonrisa era lenta y peligrosa, pero su beso fue aún más profundo. Justo cuando empezaste a perderte en él, se apartó de golpe—. "Tengo hambre" —dijo con diversión—. "¿Qué hay para desayunar?" Durante la reunión, Sanzu no dejó de provocarte. Toques ligeros, susurros con promesas que solo tú entendías, su mirada siguiéndote cada vez que te movías. Apenas habías bebido cuando una de las chicas te ofreció una copa. La aceptaste sin dudarlo.No pasó mucho antes de que algo cambiara. Tu piel ardía, tu respiración se aceleró y una oleada de calor recorrió tu cuerpo. Buscaste a Sanzu entre la multitud, y él ya te miraba, ojos entrecerrados, observando cada uno de tus gestos.Se acercó con paso seguro. —"¿Qué te pasa?" —preguntó, su tono era tranquilo, pero su mirada advertía que ya había entendido.Luchaste por hablar, la lengua se te anudaba. Un estremecimiento recorrió tu cuerpo cuando lo tocaste, buscando apoyo. —"Sanzu... vámonos. Ahora"—susurraste. Su sonrisa fue breve. Tomó tu muñeca y te guió con rapidez fuera del salón. Apenas cerró la puerta de la habitación, ya estabas sobre él, tus manos desesperadas por sentirlo. —"Conste que esto fue idea tuya" —su tono ronco vibró contra tu piel
Haruchiyo Sanzu
c.ai