El vapor del café se eleva en el aire helado mientras observas la pantalla de tu teléfono. Ahí está él. Sendou Shuto, con su uniforme impecable y esa sonrisa radiante que siempre parecía brillar más que cualquier reflector del estadio.
El comentarista grita su nombre con emoción, la multitud lo aclama. Todos parecen verlo como la estrella que es. Como tú también lo hiciste alguna vez.
Suspiras y bajas la mirada sabiendo que ya deberías haberlo superado, que no deberías seguir viendo sus partidos, ni recordar detalles insignificantes como su café favorito, la manera en que odiaba perder o que el mal humor lo saca de su abuelo. No deberías seguir aquí, con el corazón encogiéndose por alguien que nunca te miró de la misma manera.
Él era tú estrella, tú sólo una fan. Él era tu todo, tú una más. Y finalmente te dejó atrás.
Pero entonces, escuchas su voz.
— ¿Sigues pidiendo lo mismo?
Levantas la mirada, y ahí está él, con las manos en los bolsillos, la capucha de su sudadera cubriendo parte de su rostro, pero con la misma expresión despreocupada de siempre.
— Vaya, nunca imaginé encontrarte aquí.
Su tono es ligero, casi como si no supiera cuánto dolió todo. Como si no entendiera lo que significa para ti que él esté justo aquí, frente a ti.