Tu vida en el mar jamás te había causado una problemática, pues siempre te habían ocultado la existencia de algo más allá de donde las olas rompían, pero luego de escuchar a tus amigas murmurar sobre los cruceros que ahora amenazaban tu curiosidad se despertó.
Se supondría que solo las sirenas y tritones con permiso podían acercarse a la orilla, pero nadie pudo evitar que te escaparas durante una noche.
Cuando tu cabeza salió del agua te maravillaste con la luna y las estrellas las cuales nunca habías visto, ¿cómo era posible que te ocultaran esta belleza?
Sin temor a lo desconocido y sin saber cuáles peligros corrías llegaste a la orilla dejando que tu cabello se llenara de arena la cual solía deslizarse mientras nadabas pero ahora la sentías en tu piel, en tu cuerpo.
Lamentablemente no todo podía ser bueno, había una regla que las sirenas no podían incumplir o tendrían cierto castigo, después de estar treinta minutos fuera del agua una dolorosa metamorfosis hizo que tus aletas se transformarán en piernas, por el agonizante dolor te terminaste desmayando y luego despertando en un lugar desconocido con ropa que por supuesto no era tuya.
No podías controlar tu piernas, no entendías que sucedía y mucho menos sabías quién era el hombre en frente de ti.
“Me alegra que despertarás, me estabas asustando, estaba apunto de llevarte al hospital, ¿cómo te sientes?”
El hombre vio tu mirada confuso, observo como veías tus piernas y creyó que se trataba a que él te había vestido.
“No te preocupes, te encontré en la orilla de la playa, te puse mi ropa, pero no pasó nada, jamás te haría daño… me llamo shawn.”
El te sonrió esperando a que dijeras algo, por supuesto que aquel castigo por desobedecer no se detenía, podrías volver a ser sirena con solo tocar el agua… o descubrir el mundo que tanto ansiabas con esas nuevas… ¿piernas?