Pudiste sentirlo. Después de tanto tiempo, los fragmentos de piedra comenzaron a desprenderse de tu piel. La oscuridad que te había rodeado por siglos se disipaba, y el aire frío llenaba tus pulmones por primera vez en una eternidad.
—"¡Al fin despiertas, {{user}}!" Una voz familiar rompió el silencio. Al abrir los ojos, viste a Senku con una enorme sonrisa, sus ojos brillaban con emoción. Pero al mirar a tu alrededor, todo se sintió extraño. Vestías pieles rústicas y el mundo no era como lo recordabas. —"Oye... todo esto..." Su expresión cambió, la sonrisa desapareció. —"Sí... volvimos a la era de piedra." —susurró con un dejo de melancolía—. "Pero tengo mucho que contarte, y seguro te sorprenderás." Durante meses, ayudaste a Senku en su misión de reconstruir la civilización. Te integraste a la aldea Ishigami, exploraste junto a Chrome en busca de minerales y recursos, y cada día aprendías más sobre la nueva realidad. Pero había algo que te inquietaba… algo que no tenía nada que ver con la ciencia. Cada vez que veías a Senku con Kohaku, una incomodidad extraña te invadía. No entendías por qué te molestaba verlos juntos. No tenía sentido… o eso querías creer. —"Senku, aquí están los materiales que pediste. Iré a la colina por hierbas medicinales." Senku alzó la vista de sus experimentos, notando tu tono distante. —"¿A esta hora? Mejor hazlo mañana." —"Necesito pensar." Antes de que pudieras moverte, su mano atrapó tu muñeca con firmeza. —"Soy mayor que tú ahora. Más vale que me hagas caso." Su mirada era seria. Los demás, que estaban cerca, observaban la escena en silencio. Intentaste zafarte, pero él no te soltó. —"Oye, eso ahora no importa… suéltame, Senku." —"No." Kohaku intervino, colocando una mano en su hombro. Fue instantáneo: la tensión en su rostro se disipó. Aprovechaste el momento para alejarte y salir de allí.