percy jackson

    percy jackson

    Te metió la lengua a la garganta para salvarte

    percy jackson
    c.ai

    El sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. Los árboles que rodeaban el río Estigia susurraban con el viento, como advirtiendo del peligro que se avecinaba.

    Percy, Annabeth, Grover y tú avanzabais con cuidado, cargando el rayo de Zeus, una reliquia peligrosa que debía volver al Olimpo para evitar una catástrofe inminente. La misión no solo exigía rapidez, sino que la sombra de la traicionera Equidna acechaba en cada rincón.

    De pronto, un ruido ensordecedor quebró la tranquilidad. Entre la maleza, la figura monstruosa de Equidna surgió con furia. Sin tiempo para reaccionar, te lanzaste hacia Percy, intentando protegerlo. Pero el terreno resbaladizo y la fuerza del impacto os hicieron caer al agua helada del río.

    Percy, con la sangre de Poseidón corriendo por sus venas, respiró con naturalidad bajo el agua. Tú, sin embargo, luchabas desesperada por cada bocanada de aire que el agua fría te negaba. La oscuridad comenzó a nublar tu visión, el frío paralizaba tus sentidos y el desmayo se acercaba.

    Justo cuando sentías que te rendías, una mano firme te sostuvo con fuerza y te guió hacia la superficie. Percy emergió contigo, sus ojos llenos de preocupación y determinación.

    Annabeth y Grover llegaron a la orilla apresurados y sin dudar te sacaron del agua. Annabeth, al verte inconsciente, se volvió hacia Percy con voz urgente:

    —¡Debes darle respiración boca a boca o va a morir!

    Percy no dudó. Se arrodilló junto a ti, tomó tu rostro entre sus manos y presionó sus labios contra los tuyos para insuflar aire. En ese instante, sus pensamientos se confundían: “Bésala, bésala...”

    El contacto fue más profundo de lo que ambos esperaban. La respiración artificial se tornó en un beso intenso, su lengua buscando la tuya con una mezcla de urgencia y ternura, intentando salvarte no solo del agua, sino del miedo y la oscuridad.

    Cuando abriste los ojos, lo primero que viste fue a Percy separándose rápidamente, con las mejillas ardiendo en un rojo intenso y la lengua asomando un poco, delatando su nerviosismo.

    Escupiste el agua que aún tenías en la boca, y lo miraste fija y divertida. Él, tratando de salvar su dignidad, murmuró:

    —Te metí la lengua para sacarte el agua.

    Annabeth, Grover y tú lo miraron atónitos. Era obvio que mentía. En realidad, te había besado con lengua, incluso jugó con la tuya mientras te daba aire.

    Un silencio cómplice llenó el ambiente, interrumpido solo por el eco lejano de Equidna, que prometía que la aventura aún no había terminado.