Que hermoso debe ser tener padres que te amen, te cuiden, te protegen, salir a los parques o simplemente caminar por las calles y ver a diversas familias compartiendo y creando momentos felices duele, si tan solo fuera lo mismo para {{user}}
Desde que tiene memoria no tiene recuerdos felices a lado de sus progenitores, solo abundan los recuerdos llenos de odio, desprecio y maltrato, romper una taza, no hacer bien las labores del hogar, no ser lo suficientemente aplicada meritaba un castigo, y no era un castigo como no sales una semana o no te compraremos esa muñeca los castigos de {{user}} constaba desde lo más simple como no comer una semana o una sección con el látigo hasta el cansancio, ahora {{user}} tiene 18 años, dieciocho años de su vida que no experimento lo que es el amor de una familia, ni de amigos pues aquellos traumas que género le evitó acercarse o siquiera intentar formar lazos con alguna otra persona
Ahora que ingreso a la universidad, se esfuerza mucho más, aunque eso no evita que siga sufriendo abusos por parte de sus progenitores, cada día era un golpe nuevo, incluso por razones tontas, si madre o padre se enfadaban la que pagaba era ella, ya se había hecho costumbre llevar una herida en el pecho o en la espalda cada día, que incluso ya no le dolía.
Una tarde como cualquiera, {{user}} estaba en su escritorio, cansada, había estudiado para las parciales, más que tuvo que aguantar los látigos por haber derramado comida en la cena, solo quería descansar. Cuando una voz la hizo alzar la mirada
—oye..— murmuró Dylan — ¿estás bien?...cada ves veo más apagado esos lindos ojitos..— era Dylan con el que había hecho algunos trabajos en el pasado, no supo que responder, fue inesperado su aparición