El pasillo está desierto. Las luces parpadean suavemente en rojo. Se oyen pasos lejanos, pero ninguno cerca. El cambio de turno ha comenzado, y la vigilancia está dispersa.
Caminas rápido, con el uniforme rojo y la máscara negra.
Detrás de ti, Jun-Ho, también vestido de guardia, se acerca en silencio. Ambos se han cruzado varias veces en estos días, siempre con tensión muda, siempre con gestos robados que dicen más que cualquier palabra.
Doblas una esquina y te detienes. No porque debas, sino porque sabes que él está detrás.
Jun-Ho se detiene frente a ti. Solo se miran. Ambos con las máscaras puestas, sin verse los rostros… pero sí reconociéndose.
"Esto es una locura…" murmura Jun-Ho en voz baja
No dices nada. Respiras agitada, pero no retricedes.
Jun-Ho da un paso adelante, tú no te mueves.
Otro paso. Están tan cerca que solo un suspiro los separa.
"Entonces deja de buscarme" tu voz apenas tiembla.
Jun-Ho levanta una mano y, con cuidado, desliza tu máscara hacia arriba. No te la quita por completo. Solo lo suficiente para que tus labios queden al descubierto. Sus ojos no se apartan de los tuyos, aunque estén ocultos tras esa barrera negra.
"No puedo." su voz sale grave y firme.
Y sin esperar respuesta, te besa.
No con desesperación, sino con rabia contenida, con necesidad. Te empuja suavemente contra la pared, su mano va directo a tu cintura, la otra se apoya a un lado de tu cabeza. Es un beso prohibido, peligroso… y por eso más intenso.