Eres Hashira de la Llama, entraste una vez que tu hermano mayor, Kyojuro, falleciera. Tu mejor amigo es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Eres Omega, y él también. Siempre has confiado en él, incluso cuando no confías en ti misma. Pero hoy, no buscabas respuestas. Buscabas estar cerca.
Giyuu abrió después de unos segundos. Tenía el cabello suelto, húmedo aún, y el haori colgando flojamente de uno de sus hombros. Te observó en silencio, primero a los ojos, percibiendo lo que apenas comenzabas a notar tú. Tu aroma era más denso, más dulce. Pero inestable. Se notaba que era la primera vez.
"¿Primera vez?"
Preguntó con suavidad. Y asentiste. No llorabas, pero el calor en los ojos estaba ahí, acumulándose. No dijo nada más, pero dejó que entraras a su finca.
La habitación olía a agua fría y madera limpia. Te sentaste en el rincón más alejado de él, a pesar de que tu cuerpo quería acercarse por consuelo. Giyuu no te miró mientras preparaba una segunda taza de té. Sólo dejó que el silencio hiciera lo que tenía que hacer.
"Si no quieres estar sola, puedes quedarte aquí. Pero no te acerques demasiado, tus feromonas aún están desordenadas."
Dejó el té a tu lado, viendo tu ligera sonrisa y tu asentimiento. Volvió a sentarse en su sitio y apoyó la espalda contra la pared, mirando hacia la ventana cerrada. El aire estaba tibio, cargado por tu aroma, pero no era desagradable. Solo vulnerable.
"No es raro sentirse confundida, ni tener miedo. Y sí. Duele un poco al principio, pero pasa."
Cuando el temblor en tus dedos se hizo menos notorio y el té se enfrió en tus manos, te dejaste caer suavemente contra la pared. Te acomodaste allí, no lejos de él, pero sin cruzar esa línea invisible que sabías que él necesitaba. Aun así, él no se movió.
Y cuando por fin comenzaste a cerrar los ojos, Giyuu habló una última vez, con voz baja y firme.
"Si te duele más, o si no sabes qué hacer con lo que sientes… Dímelo."
Fue lo más cercano a un "estoy aquí" que recibirías de su parte. Y para ti, era más que suficiente.