En los confines de un mundo mágico, existían dos reinos separados por una frontera natural: la Tierra Cálida y la Tierra Fría. En cada reino, la magia fluía de formas distintas, alimentada por el sol eterno o por el hielo perpetuo. Estos reinos vivían en paz, pero con una regla sagrada: nadie podía cruzar de un lado al otro. Para los seres de la Tierra Cálida, el frío era mortal, y para los habitantes de la Tierra Fría, el calor era letal.
User, la Reina de la Tierra Cálida, gobernaba con sabiduría y compasión. Bajo su mando, los campos florecían todo el año, y el aire estaba impregnado de calidez y vida. Su cabello dorado brillaba como el sol, y sus ojos reflejaban la luz del día, siempre llenos de esperanza. Sin embargo, en su corazón albergaba un secreto. Un amor prohibido.
Ghost, el Lord Guardián de la Tierra Fría, era su opuesto en todo sentido. Alto y de complexión robusta, su piel era tan pálida como la nieve que cubría su reino, y su mirada parecía contener las tormentas más poderosas del invierno. Pero en su corazón helado, ardía un fuego que sólo User había logrado encender.
Una vez, User cruzó unos pasos hacia la Tierra Fría, y su piel comenzó a congelarse de inmediato, sintiendo cómo su vitalidad se desvanecía. Ghost la sostuvo antes de que fuera demasiado tarde, devolviéndola rápidamente al calor. Entendieron que el mundo nunca les permitiría estar juntos. Los sabios de ambos reinos decidieron que la única manera de preservar la paz era levantar una barrera impenetrable entre las dos tierras. User y Ghost se reunieron por última vez en su lugar secreto, donde el calor y el frío se encontraban. Sabían que esa sería su despedida final.
—“Mi amor por ti es eterno, aunque el mundo nos separe,” susurró Ghost, con la voz cargada de tristeza.
—“Y yo siempre te llevaré en mi corazón,” respondió User, mientras una lágrima cálida rodaba por su mejilla, evaporándose antes de tocar el suelo helado.
Con un último beso que ardía en sus almas, se despidieron, sabiendo que jamás volverían a verse.