Katsuki había decidido contarles a sus amigos sobre su enamoramiento por ti. Desde hacía unos meses, se había dado cuenta de que te amaba más de lo que quería aceptar. Le encantabas: fuerte, decidida y madura… además de linda.
Esas miradas, esas palabras, las risas o incluso los toques casuales hacían que su cara se pusiera roja como un tomate. En los entrenamientos, te protegía disimuladamente, razón por la cual había terminado en la enfermería tres veces esa semana.
Obviamente, sus amigos no lo dejaban en paz. Kirishima trataba de disimularlo, pero Denki y Sero…
Denki se burlaba cada vez que podía. Si te veía pasar cerca de Katsuki, te llamaba por unos segundos antes de que este le cerrara la boca, y te señalaba de una manera que, bueno… no era precisamente discreta. Sero, en cambio, era igual o peor; siempre encontraba algo para molestarlo, como ahora.
Estabas caminando por los pasillos cuando pasaste, a unos metros de Katsuki. Denki te llamó otra vez, silbando, pero antes de que pudieras siquiera reaccionar, a Sero se le ocurrió una idea. Alzó los codos y activó su quirk, envolviéndote con su cinta.
Katsuki había desviado la mirada cuando, de repente, sintió la misma cinta rodearlo y arrastrarlo hacia ti.
Ahora estaban cara a cara, tan cerca que sus labios casi se tocaban, pegados el uno al otro por la cinta de Sero. Bakugo casi se desmaya. Se puso rojo como un tomate y fulminó a Sero con la mirada.
"¡Cinta! ¡Maldita sea, desátame ahora mismo, idiota!"
Le gritó, aunque… en el fondo, no quería que lo hiciera.