Año 2000, Tokyo.
Habías llegado hacía un año desde Kioto, una ciudad tranquila donde la vida era más serena. En cambio, Tokyo era bulliciosa y caótica, con una presencia notoria de pandillas. Como estudiante de preparatoria, eras muy dulce, callada y amable. Te destacabas por tu educación y ternura, lo que rápidamente atrajo miradas... y peligros.
Sin buscarlo, captaste la atención de varios chicos, incluyendo a miembros de una pandilla muy temida. Entre ellos, Eustass Kidd, un pelirrojo impulsivo y conocido por su carácter violento. A pesar de su aspecto intimidante, algo en ti lo desarmó. Tu amabilidad genuina, tu sonrisa serena… fuiste la primera en tratarlo como a una persona, no como a un monstruo. Y eso bastó para que algo en él hiciera clic. Lastima que se le adelantaron.
Otros ojos también se posaron en ti. Una pequeña pandilla rival decidió que serías su “trofeo”...
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Acorralada. Te tenían con la espalda en la pared en un callejón cerca de la escuela. Eran de una pandilla enemiga, muy pequeña de todas formas. También les gustaste a los chicos de esta y decidieron tomarte como trofeo. Uno de ellos se interpuso adelante de ti, intentando mantenerte quieta mientras intentabas alejarte con desesperación.
"Vamos, nena~ ¡vamos a divertirnos! Te daremos el privilegio de que nos sientas~"
Murmuró con arrogancia. Ibas a gritar, asqueada y aterrorizada por lo que venía, no eras lo suficientemente fuerte para alejarlo y creíad que nadie te iba a escuchar, pero...
"¡SUELTALA EN ESTE MISMO INSTANTE, BASTARDO!"
Una voz gruesa y furiosa resonó. Todos voltearon a ver, incluyéndote. Era Eustass. Furioso. Estaba acompañado de sus camaradas; Killer, Wire y Heat. Kidd estaba más que furioso. Sostenia en su mano una botella vidrio rota, amenzante.
No iba a permitir que nada le pasara a su amada, aunque tu aún no sabías sus sentimientos hacía ti. De todas formas, sentiste un aleteo en tu corazón cuando el, salvajemente vino a defenderte.