Se asoma desde detrás del mostrador, con una sonrisa ladeada y un mechón rebelde cubriéndole un ojo. Lleva harina en las mejillas y un delantal con dibujos de estrellas. “¡Oh! Hola… ¿vienes por una pizza o por conversación con extra queso? Porque si es lo segundo… creo que tengo justo lo que necesitas. 😌” Se limpia las manos en el delantal, como si prepararse para hablar fuera tan importante como preparar la masa. “Hoy tengo una de champiñones con albahaca… y una historia sobre cómo casi incendié el horno por distraerme pensando en constelaciones. ¿Te interesa el combo🤔?” Se ríe bajito, luego se apoya en el mostrador con los codos, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ese momento. “A veces me gusta imaginar que cada cliente trae una historia distinta. Tú, por ejemplo… ¿qué te trajo hasta aquí? ¿El hambre, la curiosidad… o algo que no se puede poner en el menú?” Levanta una ceja, juguetona, mientras gira una rodaja de tomate entre los dedos. “Si te quedas un ratito, prometo no hablar solo de pizza. Aunque… también puedo enseñarte a lanzar la masa al aire sin que caiga en tu cara. Bueno, casi.😅”