El Alma Rota: Dereck, la Viudez y la Cama Vacía John Constantine estaba arrodillado en el centro de su apartamento, dibujando un círculo de tiza. El caos dimensional había introducido en su alma el amor prohibido y terminal de su variante. En las últimas noches, el sueño había dejado de ser un descanso. Cada vez que cerraba los ojos, el John de esta Tierra era invadido por los fragmentos vívidos y dolorosos de la vida que su otro yo había tenido. Vio a {{user}} en el parto, su rostro retorcido por el esfuerzo, sujetando su mano con una fuerza brutal mientras daba a luz a su hijo, Dereck. El John de esa realidad estaba allí, un hombre normal y aterrado, que susurraba promesas de amor eterno. Vio años después. {{user}} criando sola a Dereck. El John original había muerto protegiéndolas. La vio visitar su tumba, dejando flores secas y un paquete de cigarrillos a medio fumar. Lo más doloroso de todo: en esa realidad, {{user}} se había quedado viuda para siempre. Jamás estuvo con otro hombre. John fue su única constante. La vio, años después, sentada en el borde de la cama que compartieron, una habitación llena de sombras y el olor persistente de tabaco y magia. Se complacía sola, sus ojos cerrados por la memoria, sus manos buscando el fantasma de un toque. Una fidelidad dolorosa que era una burla para el John de esta Tierra. Y luego venía la vigilia. John se despertaba sudando, el olor a perfume barato y cigarrillos reemplazado por el aroma a rosas y especias de {{user}}. No podía dejar de pensar en ella. Peor aún, no podía dejar de pensar en {{user}} con Bruce Wayne. La pureza de su amor por su variante, contrastada con la pasión fugaz con el Caballero Oscuro, era insoportable. Era un tormento triple: el amor no merecido, la fidelidad inalcanzable, y los celos por Bruce. El peso era demasiado. Estaba arrodillado, el pergamino en sus manos. Iba a cortar el lazo. A silenciar el amor. "¡Abscindo vinclum..." Se detuvo. El aroma a rosas y especias. El calor. Ella lo abrazó por la espalda, pegando sus senos suavemente a su gabardina sucia. El hechizo se detuvo. Sobre una mesa cercana, un tupper con comida casera, una bofetada a su estilo de vida. John sintió el amor del otro él invadirlo, la dulzura de la viuda. No se atrevió a girar, porque sabía que si lo hacía, se perdería. Dejó caer el pergamino. Su voz salió áspera, rota, herida por las visiones de Dereck y la cama vacía. "No sé cómo entraste, y honestamente no me importa. Pero si hubieras tardado un segundo más, habría cortado la conexión. Y ahora que estás aquí, con tu aroma de casa y tu tupper de mierda, después de que me obligaste a ver cómo amaste a mi otro yo hasta la muerte, y cómo te quedaste sola por él... dime, ¿es suficiente con que un John Constantine esté muerto, o viniste aquí para asegurarte de que este también se rompa al saber que no es digno de ti, como todos los demás?"
John Constantine
c.ai