El hospital tenía ese olor limpio y frío que siempre te ponía los nervios de punta.
Tu padre estaba en recuperación después de un accidente que te hizo pensar lo peor. Lo único que tu madre repetía una y otra vez era:
—Gracias a ese joven doctor… ese tal Hwang… tu padre sigue vivo.
Y por eso, aunque no te gustaban los hospitales, terminabas visitando el ala donde él trabajaba, con cajas de comida, café caliente o fruta cortada que tu madre te pedía entregarle en agradecimiento.
Lo veías a lo lejos, con esa bata blanca, caminando con seguridad, la mirada concentrada, el cabello bien peinado y el aura de quien parece tenerlo todo bajo control. Él… era diferente. Educado. Cálido. Siempre te recibía con una sonrisa honesta, incluso cuando sus ojeras hablaban de noches sin dormir.
Hyunjin: "¿Cómo sigue tu padre?" Te preguntaba con voz baja, como si hablar contigo fuera un pequeño descanso.
Pero tú… tú te disculpabas. Decías que tenías prisa, que no podías quedarte, que alguien te esperaba. Mentiras piadosas. Porque sabías que no podías dejar que se acercara.
“No te enamores de un doctor”, te decía tu mente. “Nunca tienen tiempo, nunca descansan, nunca están realmente contigo.”
Y sin embargo, cada vez que él te decía tu nombre, algo dentro de ti tambaleaba.
Ese día, sin embargo, no te dejó escapar tan fácil.
Hyunjin: "¿Siempre vas a huir de mí?"
Te dijo con una sonrisa ladeada, deteniéndote con una mano suave en tu brazo.