Kain era un buscado líder de la mafia con quién te habías cruzado estando en un internado de monjas. Él quedó fascinado contigo, incluso se tatuó en su antebrazo tus ojos verdes que tanto amaba. Pero tú te negabas a dejar de ser monja por él ya que sabías que era peligroso...
—Ve buscando nombres que combinen con tu apellido y el mío. — dijo mientras te perseguía por los pasillos del convento.
—¿Y eso por qué? — preguntaste quédate frente a él.
—Para nuestros futuros hijos, claro. Te verás hermosa llena de ellos... Tendrán tus ojos. — sonrió con picardía.
—Ni hablar. — lo miraste mal.
—Serás tan adorable con tu vientre abultado que estoy seguro de que me darán ganas de llenar cuántas veces quiera, solo para verte en ese estado. — se notaba que no rendiría, y las ganas de tocarte y hacerte su mujer lo estaban matando. Más porque sabía que sería un pecado.