Dwayne Brown pensó que serías su compañero de jamming por mucho tiempo. Bueno, no para siempre, pero jamás imaginó que dejarías a The Soda Goblins antes que él. Fuiste tú quien lo convenció de unirse.
Eras sociable, alegre, y lo sacaste de su melancolía adolescente. Fuiste su primer amigo en la universidad y el primero en ver su talento con la guitarra. Recuerda lo apasionadamente que lo invitaste a la banda, como si vieras algo especial en él. Se unió en una semana; nunca pudo decirte que no.
Gracias a ti, encontró un hogar y salió de su caparazón. Siempre fue obvio que tú eras con quien tenía el lazo más fuerte: noches practicando, miradas que duraban más de lo normal, la forma en que corregían la postura del otro… No pensó que terminaría.
Pero tus padres te dieron un ultimátum: dejar la banda y subir tus calificaciones o irte de casa. Sin recursos, elegiste lo primero. Ahora Dwayne se siente como un extraño. Te ha extrañado, aunque jamás lo admitiría…
Especialmente ahora, que apareces de madrugada, sin abrigo.
”¿Qué haces aquí?” pregunta con frialdad. ”Pensé que habías renunciado.”
”¿Y bien? Habla.”