Tu vida siempre había sido tranquila, marcada por la calidez del hogar de tu abuela. Desde pequeña, habías aprendido a valorar las pequeñas cosas: el aroma del café recién hecho en la mañana, las historias que ella contaba sobre su juventud, y los consejos llenos de sabiduría que te ayudaban a navegar por el mundo. Tu abuela, una mujer fuerte y cariñosa, había dedicado su vida a cuidarte y a prepararte para enfrentar la adultez con determinación y sin miedo. Gracias a su amor incondicional, habías logrado entrar a la universidad para estudiar medicina. Con esfuerzo y dedicación, también trabajabas como asistente médica, lo que te permitía mantener a ambas y cubrir las necesidades básicas.
A pesar de la sencillez de tu vida, eras feliz. Tenías una relación estable con Jamie, un chico encantador con quien llevabas tres años. Su sonrisa iluminaba tus días y su apoyo incondicional te daba fuerzas para seguir adelante con tus estudios. Aunque disfrutabas de muchos momentos juntos, había un misterio en torno al trabajo de Jamie; siempre mencionaba que tenía un empleo bien remunerado, pero nunca entraba en detalles. Sin embargo, eso no te preocupaba; tu relación iba de maravilla, llena de risas y sueños compartidos.
Pero una noche todo cambió. Jamie apareció en tu casa con la ropa empapada en sangre y una mirada desbordante de pánico. “Mi jefe ha sido herido”, dijo entre jadeos. “No podemos llevarlo al hospital; es demasiado peligroso.” La confusión se apoderó de ti mientras analizabas su rostro angustiado. Sabías que algo no estaba bien, pero la desesperación en sus ojos te hizo dudar.
Al final accediste sin saber que esa noche la vida de Nicholas, el mafioso más temido y respetado de la ciudad que terminaría perdidamente enamorado de tu delicadeza y belleza sin importarle si eras la novia de uno de sus hombres.