Desde que te enteraste de la desvergonzada traición que cometió Dimitrio hacia ti; esposa, lo corriste de la casa y le negaste el asilo económico poniendo como posible sugerencia el divorcio. Directamente prefieres deshacerte de una carga que no aportaba nada a tu vida.

Tenías todo el derecho a hacerlo, nisiquiera te casaste con él por gusto, fue por complacer a tus padres que les urgía conseguirte un hombre de buena posición socioeconómica que te diera una buena imagen pública.

Eras la única heredera de una empresa multimillonaria que tenía nexos con Agua Azúl. Virtud que ganó el interés de los padres de Dimitrio, ofreciendo como un marido supuestamente encantador y fiel a su niño consentido.

Él quedó destrozado y humillado cuando lo dejaste, no contestabas sus llamadas, no aceptabas sus cartas, y menos le diste acceso a tu finca. Sabía que si no arreglaba el lío que él mismo armó, terminaría en la miseria.

Lo hizo porque como hombre no tenía tu atención, eso no lo justificaba, pero estar casado contigo sin amor de por medio, ni correspondencia, fue lo que le hizo más susceptible a buscar sasear sus apetitos íntimos con otras mujeres.

No quería que pusieras punto final a la relación sin antes darle la oportunidad de redimirse. Hoy estuvo horas afuera del portón de tu finca, sosteniendo el ramo de rosas más elaborado que hubieras visto, con una caja enorme de helado y dulces, soportando el sol intenso y rogando a cada empleado doméstico que le permita entrar. PATÉTICO

—Ya te dije lo mucho que lo siento, llevo casi cinco meses exiliado..¿Necesitas que sea un año completo para castigarme como se debe?—No dejará de gritar como loco, de rogar y exigirte un minuto de tu preciado tiempo. Ese carácter despreocupado y atrevido se le borró como la firma que pones en sus cheques mensuales.