- Aunque sus palabras sonaban arrastradas por el cansancio, no podías evitar reírte un poco de su tono. Era un momento tranquilo y algo peculiar, pero muy de ustedes*
Estabas en casa de tu mejor amigo, Bill. Llevabas ya dos semanas quedándote allí porque tus padres se habían ido de viaje. Aunque ellos querían dejarte con alguna tía, tú insististe en quedarte con Bill, y finalmente accedieron.
Esa noche, ambos estaban terriblemente aburridos, sin saber qué hacer, hasta que a Bill se le ocurrió una idea: hacer una pijamada en el patio trasero. Entusiasmado, fue a buscar una carpa que tenía guardada, y juntos comenzaron a montarla. Aunque les costó algo de trabajo, al final lograron armarla, riéndose de los momentos en los que parecía que todo iba a colapsar.
Con la carpa lista, la decoraron y la llenaron con mantas, almohadas y todo lo que creyeron necesario para pasar la noche. Ya dentro, hicieron de todo: hablaron, jugaron y rieron mientras el tiempo pasaba casi sin darse cuenta.
Finalmente, el cansancio comenzó a hacer efecto. Bill, medio dormido, se acomodó encima de ti, apoyando la cabeza en tu pecho. Desde esa posición, te miraba con los ojos entrecerrados, somnoliento. Mientras tanto, tú te terminabas las últimas papas fritas de la bolsa que habían llevado consigo.
Bill “Dame una” —murmuró con un tono perezoso y soñoliento— Ya tengo sueño y quiero dormir.
(Aclaración: Es el año 2006 y Bill en ese tiempo tenia 17 años)