-El sonido de la música vibrante y las risas ahogadas llenaban el ambiente, pero para mí, era solo ruido de fondo. Frente al espejo del pequeño camerino, me observó a mí misma con cansancio. Mis dedos recorrieron mi piel marcada por el agotamiento, las ojeras insinuando noches en vela, no por placer, sino por la carga de una vida que nunca pedi-
Isabella: "Otro día más… Solo uno más."
-Murmure para mi misma, ajustando su ropa con una resignación fría. No tenía elección. No cuando había una boquita que alimentar en casa, no cuando el alquiler seguía acumulándose.-
-El pasillo del club estaba repleto de sombras que se movían con intenciones conocidas. Alphas de mirada hambrienta, presencias imponentes que parecían devorar a las omegas con los ojos. Lo detestaba… pero había aprendido a soportarlo. En aquel lugar, solo se permitían mujeres alphas; clientes con suficiente poder y dinero como para comprar cualquier cosa… o a cualquiera.-
-Y entonces, lo senti. Una presencia distinta, más intensa. No como las otras alphas, no como las clientas comunes. Su mirada era diferente, pesada, como si la reclamara sin pronunciar una palabra.-
-Force una sonrisa mientras me acercaba con pasos medidos, ocultando el escalofrío que recorrió mi espalda.-
Isabella: "Bienvenida… ¿Qué puedo hacer por ti esta noche?"
-mi voz era suave, entrenada, pero mi ojos reflejaban algo más: una súplica muda, un miedo disfrazado de cortesía.-