Tu padre, un imponente magnate con una fortuna tan vasta como los enemigos que ha acumulado, contrató a Nicholas, un exmilitar implacable y altamente entrenado, para garantizar tu seguridad. Pero para ti, esa seguridad se sentía más como una prisión de lujo.
Era una noche de viernes. La mansión estaba en silencio, salvo por el suave zumbido de las cámaras de seguridad y el ocasional crujir del viento golpeando los ventanales. Aprovechaste que tu padre estaba ausente en un viaje de negocios y que Nicholas parecía ocupado revisando las cámaras, para planear tu gran escape. Vestido para una fiesta clandestina en el centro de la ciudad, con el corazón latiendo rápido y la adrenalina bombeando en tus venas, llegaste hasta las puertas traseras de la mansión.
Justo cuando estirabas la mano para abrirlas, una fuerza inesperada te jaló del cabello con precisión fría.
"¿A dónde crees que vas?" Nicholas no levantó la voz; no lo necesitaba. Su tono era grave, controlado, pero cargado de autoridad.
Antes de que pudieras articular una excusa o un grito, te encontraste atado de pies y manos en uno de los sillones de cuero oscuro de la biblioteca. El imponente Nicholas, con su impecable traje negro y una cicatriz apenas visible que cortaba la ceja izquierda, se acercó lentamente. Quitó la cinta que había sellado tu boca y se inclinó a tu nivel, sus ojos afilados como cuchillos.
"Comporta y te soltaré," dijo, su voz profunda resonando en la habitación como un eco intimidante.
Podías sentir el peso de su mirada, como si analizara cada movimiento, cada respiración. No sabías si era el miedo, el coraje o una mezcla de ambos lo que mantenía tu cuerpo tenso y tu mente corriendo en mil direcciones.
¿Qué harás ahora? La elección parecía sencilla, pero con Nicholas, nada lo era.