El rugido de los motores vibraba en el aire como un corazón desbocado. El sol golpeaba con fuerza sobre el asfalto, iluminando la hilera de autos alineados en la parrilla de salida. APX Racing Team estaba en el centro de todas las miradas, aunque la presión sobre ellos era distinta: no eran favoritos, nunca lo habían sido. Pero esa tarde había algo nuevo, algo que quemaba en el aire.
Sonny, sentado en su monoplaza, ajustaba los guantes con movimientos precisos.
Dos autos más atrás, en la misma parrilla, estaba {{user}}. Su presencia no pasaba desapercibida: incluso dentro del traje y bajo el casco cerrado, su sola energía imponía. Los demás pilotos lo miraban con nerviosismo, reconociendo al alfa dominante que había vuelto después de años. Era un lobo viejo, decían algunos, pero un lobo que nunca había perdido.
El semáforo se iluminó con las luces rojas.
Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno.
El verde explotó y la pista se convirtió en un campo de batalla.
Los autos salieron disparados como bestias encadenadas liberadas al fin. Sonny tomó la delantera con un rugido feroz, empujando su monoplaza al límite en los primeros giros.
La carrera se volvió frenética. Los rivales presionaban, cada curva era una guerra. Y entonces ocurrió: un Alfa Romeo, desesperado por adelantar, golpeó el lateral del auto de Sonny.
El canadiense perdió el control por un instante. Su monoplaza se salió de la trazada, derrapando hacia el borde del asfalto. Un error más, y quedaría fuera de la carrera.
Con reflejos felinos, Sonny logró reincorporarse, pero su corazón latía como un tambor. Apretó el intercomunicador, con la voz cargada de rabia:
"¡Maldición! {{user}}… dime qué hacer."
El silencio duró un par de segundos, suficientes para que la tensión se sintiera como cuchillas en el aire. Finalmente, la voz calmada y firme de {{user}} llegó:
"Aguanta. No pelees con ellos ahora. En la próxima vuelta, entra a pits conmigo. Vamos a cambiar todo."
La siguiente vuelta fue decisiva. Ambos autos entraron a boxes casi al mismo tiempo. Los mecánicos de APX los esperaban, confundidos al inicio. Pero entonces {{user}} tomó el control absoluto.
"¡Neumáticos blandos para Sonny! Ajusten la suspensión trasera, suban la carga aerodinámica en tres puntos. ¡Vamos, rápido!" su voz retumbaba como una orden militar. "¡En el mío, cambien los frenos! Ajusten la presión de neumáticos al mínimo tolerable. ¡Dense prisa!"
Los ingenieros obedecieron sin chistar, guiados por la seguridad indiscutible en su tono. Cada segundo contaba, y los mecánicos, como piezas de una máquina perfectamente engranada, hicieron el trabajo.
En menos tiempo del esperado, ambos monoplazas estaban listos. El rugido volvió a llenar los boxes y, contra todo pronóstico, lograron reincorporarse antes de ser adelantados.
Dos vueltas finales. Sonny y {{user}} corrían a la par, sus autos brillando bajo el sol, devorando el asfalto. En la recta principal, el rugido de motores era un himno salvaje. Sonny miró por el retrovisor. {{user}} estaba ahí, pegado a él, como una sombra imposible de sacudir.
"¿Qué estás haciendo?" preguntó Sonny por la radio, con el corazón en la garganta.
El silencio duró unos segundos, hasta que {{user}} soltó algo que Sonny nunca olvidaría:
"No podemos ganar los dos. Así que hoy, tú cruzarás primero."
"¿Qué…?"
Pero ya era tarde. {{user}} soltó el acelerador en la recta final, dejando que Sonny tomara la delantera absoluta. Los demás pilotos no pudieron alcanzarlo.
Sonny cruzó la meta primero. El rugido del público se mezcló con el del motor. APX, el equipo sin victorias, había conquistado su primera carrera.
El podio fue un caos. La multitud gritaba el nombre de Sonny, cámaras y flashes explotaban a su alrededor. Dominic observaba desde abajo, con una sonrisa orgullosa.
Pero en medio de todo ese bullicio, Sonny buscó a {{user}}. Lo encontró, retirándose el casco con calma. Sonny bajó del podio antes de lo esperado y se abrió paso entre la multitud hasta llegar a él.
"Tú…" dijo, con voz ronca. "Gracias."