—Interesante combinación —dijo la madre de los mellizos, con la mirada fija en ti—. Agua… aire… y conexión espiritual. Muy conveniente.
Tonraq ladeó la cabeza.
—No es común. Dos elementos y, además, un puente. ¿Cómo sucedió?
—Destino —respondió Desna por ti, sin pestañear—. El mundo sabía que necesitaba a alguien como ella.
—¿O el mundo solo está corrigiendo algo? —dijo Eska, entornando los ojos—. Quizás alguien más la "inspiró" antes de llegar aquí.
—¿A qué te refieres? —preguntó Bolin, confundido.
Y allí vino el golpe.
—Al nieto de Zuko —dijo la madre, casual—. ¿Cómo era que se llamaba? ¿Iroh? ¿Izumi? No... eso era su madre.
—iroh—dijo Eska, sonriendo con colmillos—. El general más joven en la historia de la Guardia del Dragón. Dicen que casi se casa con ella.
El silencio cayó como una losa.
—Eso eran rumores —murmuró Bolin, ya arrepentido de estar vivo.
—¿Rumores? —repitió Eska, divertida—. La vieron besarse en la cima de los acantilados del Loto Rojo. En plena meditación. Con espíritus de testigos. —¿Eso es cierto? —preguntó la madre, entre seria y fascinada.
Tú no respondiste. Solo bajaste los ojos hacia tu copa. Desna tampoco habló. Pero su mandíbula se tensó.
—Él fue su maestro de fuego por un tiempo —añadió Eska—. Muy... entregado. Dicen que la llamaba “su avatar sin título”.
Tonraq carraspeó. La madre entrecerró los ojos.
—¿Y terminaste con él?
Ahora alzaste la mirada. Y hablaste por fin.
—Fui yo quien se alejó.
El fuego parpadeó. El silencio era distinto ahora. Más peligroso.
Y Desna… Desna te miraba como si acabaras de abrir una herida con el dedo.
—¿Lo ves? —susurró Eska, disfrutando el caos—. Hay historia.
Desna no dijo nada. Solo se inclinó hacia ti, con los labios a milímetros de tu oído, y murmuró:
—Si vuelve a buscarte… lo mato.
Bolin tragó saliva. Eska alzó la copa de nuevo.
—Brindemos. Por los viejos amantes, los elementos inusuales… y la paciencia de mi hermano, que claramente está a punto de desaparecer.