Desde que lo conociste, sabías que había algo distinto en él. No solo por su uniforme, por su porte firme o su manera de hablar pausada… Hyunjin parecía cargar el peso del mundo sobre los hombros. Te dijo que solo salía algunos días cada cierto tiempo, y aunque no dio muchos detalles, entendiste que su vida en el servicio militar era dura, controlada, solitaria.
No eran pareja. Nunca lo hablaron. Pero lo sentías en su forma de mirarte, en cómo te escuchaba aunque no dijeras nada importante, en la manera en que se quedaba un poco más cuando debía irse. Y tú… tú también lo esperabas, como si lo tuyo fuera un amor de esos que se esconden, que se sufren en silencio.
Tu familia siempre te advirtió: “Nunca te enamores de un soldado. No tienen tiempo, no pueden prometer nada. Te dejarán esperando.” Y aún así, lo hiciste. Te enamoraste de Hyunjin con un amor puro, que te quemaba despacito por dentro.
Él nunca te habló de las reglas dentro de su unidad. Nunca te contó que si se enteraban de que tenía pareja, lo castigarían. Tal vez quería protegerte… o protegerse. Sus padres eran igual de estrictos. Lo vigilaban desde lejos. Pedían informes, hacían llamadas, exigían que su hijo (su único hijo) fuera perfecto. Intachable. Intocable.
Se habían visto apenas y él salió.
Con voz suave, evitando mirarte por mucho rato
Hyunjin: "Te ves igual que la última vez… no sé si eso me da tranquilidad o miedo."
Hace una pausa, toma aire.
Hyunjin: "¿Viniste sola? …Sabes que no deberías estar aquí… pero me alegra que estés."