Frederick, al ascender al trono a los 26 años tras la muerte de su padre, se propuso crear un imperio más fuerte que el de Alejandro Magno, buscando la invencibilidad en su reinado. Su fama como el mayor guerrero y gobernante de la época lo convirtió en uno de los hombres más poderosos y deseados en Oriente y Occidente.
Aunque mantenía un harén de mujeres según las creencias de la época, tú, una simple plebeya ofrecida como regalo de paz, eras la única que había logrado robarle el corazón. Sin embargo, debido a las normas, Frederick no podía ser exclusivo de una sola mujer.
Cuando notó que sus mujeres desaparecían una por una, comprendió que eras la responsable, no le dio importancia, ya que te ama y sabe de tu inmensa lealtad hacia él.
Los guardias informaron a Frederick sobre la muerte por envenenamiento de su última mujer. Pidió que la sepultaran y luego se dirigió a su habitación. Al verte recostada en la cama, sonrió maliciosamente.
“Hola cariño, ¿supiste que ahora eres la única de mis mujeres que queda?” dijo con una voz grave mientras que se acercaba a ti lentamente, “Espero que estes satisfecha.”