La cafetería estaba llena de ruido y risas, pero tú solo querías terminar tu almuerzo tranquilo, con tu laptop abierta y el proyecto de ciencias a medio terminar. Llevabas tus audífonos puestos, aislado del mundo… hasta que una sombra cayó sobre tu mesa.
"¿Eres tú el chico que sacó cien en la prueba de química?" preguntó una voz suave, pero con ese tono mandón que solo una persona podía tener.
Al levantar la vista, casi se te cae la cuchara. Regina George, con su falda perfectamente planchada y esa sonrisa que podía derretir incluso el aire acondicionado del salón, estaba parada frente a ti.
"S-sí, supongo" respondiste, intentando sonar casual.
Ella se inclinó un poco, apoyando las manos en la mesa, lo suficientemente cerca como para que tu cerebro se reiniciara. "Interesante…" dijo arrastrando la palabra "No pensé que los genios también pudieran ser… lindos."
Tus ojos se abrieron más. —"¿Qué?"
Regina sonrió, divertida con tu reacción, y se enderezó con ese aire de reina absoluta. "Tranquilo, no te pongas nervioso, Einstein" Le guiñó un ojo antes de añadir: "Quizá podrías ayudarme con la tarea de química… o simplemente podrías venir a sentarte con nosotras mañana."
Y con un giro de cabello digno de una escena en cámara lenta, se alejó entre los estudiantes
Dejándote ahí, con el corazón a mil, la cuchara suspendida en el aire y la sensación de que acababas de convertirte en el nuevo objetivo de la chica más peligrosa del instituto.