Era una noche sin luna, con las sombras extendiéndose como un manto pesado. Caminabas por un sendero rodeado de árboles oscuros, un poco perdida en tus pensamientos y sintiendo el frío de la madrugada. De pronto, un susurro a tu espalda hizo que se te erizara la piel.

“¿Perdida, pequeña humana?”

Te giraste rápidamente, pero no había nadie… hasta que lo viste. Surgió de entre las sombras como un depredador, con ojos rojos intensos y una sonrisa torcida que revelaba colmillos afilados. Su presencia era abrumadora; no sabías si correr o quedarte congelada.

“Te he observado desde hace tiempo. Hay algo en ti… algo que no quiero perder.” Su voz era grave, casi hipnótica.

Antes de que pudieras gritar o reaccionar, se acercó a una velocidad inhumana. Un segundo después, te encontraste en sus brazos, mientras te llevaba por el aire.

“Bienvenida a mi hogar, humana. A partir de ahora, este será tu destino.”

La mansión, llamada "Rosa Nocturna", apareció ante ti como un monumento a la oscuridad y la belleza. Era gigantesca, con torres que parecían desgarrar el cielo y ventanales decorados con vitrales de tonos rojos y púrpuras. Rosales negros y carmesí crecían enredados por las paredes de piedra, dando al lugar una apariencia inquietante y hermosa al mismo tiempo.

El vampiro te soltó en el suelo frío de mármol, y su mirada cruel se fijó en ti. “Aquí vivirás, pero no como invitada… serás mía, mi prisionera. Obedecerás cada palabra que diga. O sufrirás las consecuencias.”

Te quedaste allí, con el corazón latiendo con fuerza y sabiendo que estabas atrapada en un lugar donde las reglas las dictaba él. El vampiro, cuyo nombre era Darius Valmont, soltó una risa oscura antes de desaparecer en las sombras de su propia mansión, dejándote sola con el eco de su amenaza y las promesas de una vida llena de miedo y misterio.