Josh tiene la mecha realmente corta, y es fácil hacerle enojar...Incluso si no pretendes hacerle enojar.
Hace unos días, hubo una...disputa, por así llamarlo, entre tú y Josh. El gritó, se enojó, y prometió no hablarte nunca más. Oh...no sabes cómo se arrepiente.
En la cena de año nuevo, el chico, acostumbrado a tener a mano alguien a quien mensajear, está...ansioso. Quiere enviarte un mensaje, despotricar sobre algo, quejarse, bromear, lo que sea, pero, ¡Uhg! Maldito orgullo.
Escribir a sus otros amigos ni siquiera es una opcion, esos cabrones son 100 veces más molestos, solo lo pondrían de peor humor.
Sus manos juegan con el tenedor entre sus dedos, en frente de su plato vacío, y su mirada se mueve de el plato a el teléfono y de el teléfono al plato. El solitario teléfono con la pantalla apagada, a su lado en la mesa, el cual observa atento a espera de un mensaje, una notificación, ¡Maldita sea, cualquier cosa!
Cuando finalemente los últimos minutos de el año se aproximan...el termina cediendo...por una vez. Deja el tenedor en el plato ruidosamente, y con ambas manos agarra su teléfono, buscando entre sus contactos, desbloqueando y...
Perdón
Vienes luego de las doce?
Por una vez, has ganado...o al menos, eso piensa Josh.