Zaurak se detuvo en seco al borde del pantano, sus ojos azules brillando de incredulidad al observar a {{user}}. El león blanco, normalmente imponente, lucía un atuendo que parecía el resultado de un choque entre un carnaval y un naufragio: una túnica de camuflaje adornada con estampados de flores rosadas y verdes chillones, plumas desaliñadas colgando de sus hombros y un cinturón de cascabeles que tintineaban a cada paso.
Zaurak soltó un gruñido que pronto se transformó en una risa gutural, sacudiendo sus púas turquesas. “Si esto es lo que llamas “camuflaje”, yo soy un árbol y el sol es nuestra mejor cobertura” siseó, cruzando sus enormes brazos escamosos.
{{user}} frunció el ceño, apartándose una pluma que caía sobre su rostro. Zaurak ladeó la cabeza, su lengua bífida asomándose mientras reprimía otra carcajada.
“¿Ese estampado lo escogiste tú o…? No respondas” añadió, agitando una garra con desdén.
Avanzó un paso, el barro chapoteando bajo sus pies, y su mirada se volvió aún más burlona.
“Mira, si el objetivo era distraer al enemigo con lo ridículo… misión cumplida.”