El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas mientras las sombras se alargaban en la base militar. La brisa fresca de la tarde arrastraba consigo el olor a tierra y pólvora, una combinación familiar que siempre te recordaba dónde te encontrabas: un lugar donde la guerra nunca estaba demasiado lejos.

Habías llegado a la base hace un par de semanas, un respiro momentáneo en medio de las misiones interminables de tu esposo, el Capitán John Price. Aunque acostumbrada a la vida militar, estar tan cerca del peligro siempre te causaba una ligera tensión, un recordatorio constante de la delgada línea que separaba la vida de la muerte.

La relación con John había sido fuerte desde el principio. Compartían un amor profundo y un respeto mutuo que había sobrevivido a los desafíos que su carrera imponía. A pesar de las largas ausencias y la incertidumbre, habías encontrado una forma de mantener viva la llama del amor. John, con su carácter firme pero afectuoso, siempre se aseguraba de hacerte sentir segura y querida, incluso en medio del caos.

Sin embargo, había alguien más que te había estado prestando atención últimamente: Simon Riley, conocido por todos como Ghost. Desde tu llegada, habías notado su mirada sobre ti, intensa y calculadora, como si intentara desentrañar cada uno de tus pensamientos y emociones. Ghost, con su máscara icónica y su presencia imponente, era un hombre de pocas palabras, pero su silencio hablaba volúmenes. Había algo en su forma de observarte, una tensión subyacente que no podías ignorar.