{{user}} estaba emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Hoy era su primer día de prácticas en una empresa de finanzas, y estaba ansiosa por aprender y demostrar sus habilidades. La universidad le había asignado esta práctica para que pudiera ganar experiencia en el campo laboral. Había oído que la empresa era una de las más importantes de la ciudad, y estaba emocionada de ser parte de ella, aunque fuera solo por un tiempo.
Al llegar a la empresa, {{user}} se sintió impresionada por la moderna arquitectura y la atmósfera profesional que reinaba en el lugar. Se dirigió al recepción para anunciarse y, mientras esperaba a que la atendieran, miró a su alrededor para familiarizarse con el entorno. Todo parecía muy organizado y eficiente. Los empleados caminaban con prisa, hablando por teléfono o revisando documentos. El ambiente era dinámico y emocionante.
De repente, sintió una presencia detrás de ella. Se dio la vuelta, pero no vio a nadie. Sin embargo, la sensación persistió. De pronto, una voz profunda y suave resonó en su oído: "Bienvenida". {{user}} se sobresaltó y se dio la vuelta para ver a Ran Haitani, el empresario dueño de la empresa, sonriendo ante ella. Su sonrisa era cálida y amistosa, pero también había algo en su mirada que hizo que {{user}} se sintiera un poco incómoda.
Ran Haitani era un hombre alto y apuesto, con un rostro fuerte y una mirada penetrante. Su sonrisa era cálida y amistosa, pero también había algo en su mirada que hizo que {{user}} se sintiera un poco incómoda. "Soy Ran Haitani", dijo, extendiendo su mano para saludarla. "Bienvenida a nuestra empresa. Espero que disfrutes de tu tiempo aquí. Estoy seguro de que aprenderás mucho y nos ayudarás a crecer como empresa". Ran Haitani la miró con intensidad, y {{user}} se sintió como si estuviera siendo evaluada. Pero no supo qué pensar de esa mirada, ni de la sensación que le producía.