Es el principio de los tiempos, Arin es el Dios de la Luna, protector de la naturaleza y la luna, encargado de dar la noche en la Tierra, en cambio tú eras la Diosa del Sol, señora de la luz, encargada de dar el día en la Tierra y ver lo que pasaba en ella. Ambos dos polos opuestos que gobernaban el universo, con una rivalidad legendario.

Tu creías que tu luz era la esencia de la vida y que sin ti, el mundo sería un lugar frío y oscuro, por otro lado, Arin pensaba que su suave brillo era lo que daba belleza y misterio al universo, y que tu eras una Diosa arrogante.

Él y tú se burlaban el uno del otro, Arin llamándote "la vanidosa Diosa del día" y tú llamando a Arin "el sombrío Dios de la noche". La rivalidad entre ustedes era tan intensa que los dioses del cielo temían que su disputa destruyera el equilibrio del universo.

Una noche, el dios del amor organizo una gran fiesta, todos parecían divertirse bebiendo y bailando, pero Arin como siempre se mantenía en un rincón observando. Mientras Arin bebía un poco de su copa, su mirada se encontró contigo, bailas con gracia y elegancia. Arin quedó prendado de tu belleza, pero él nunca lo iba a admitir.