Leon Kennedy
    c.ai

    La sala estaba llena de murmullos y risas de mi familia mientras acomodaban platos en la mesa. Usser caminaba a mi lado, tratando de sonreír, pero podía sentir su tensión. Y, por supuesto, Ada estaba allí, con esa sonrisa que parecía iluminar la habitación, recibiendo todos los elogios y atención.

    —¡Leon, mira quién llegó! —dijo mi madre—. Ada, bienvenida de nuevo. —Gracias… es un placer estar aquí —respondió Ada, elegante como siempre.

    Mientras todos empezaban a hablar de viejas anécdotas, de mis misiones y locuras pasadas con Ada, me sentí arrastrado por la nostalgia. Sin darme cuenta, me reí y añadí un comentario que salió antes de pensar:

    —Sabes, lo que realmente extraño de esos tiempos… era cómo Ada siempre sabía exactamente qué decir para calmarme en medio de un desastre —dije, mirando a Ada con una mezcla de sonrisa y recuerdo.

    Un silencio momentáneo recorrió la mesa. Mi hermana me miró con ojos brillantes, mi madre asintió con orgullo, y Ada esbozó una pequeña sonrisa satisfecha.

    Y ahí estaba Usser, junto a mí, con la mirada fija en mi rostro, y podía sentir la decepción y la punzada de celos que emanaba de ella. Intenté añadir algo, justificando mi comentario, pero mi garganta se cerró y la conversación siguió llevándose toda mi atención hacia recuerdos que… pertenecían al pasado, pero que en ese instante no podía evitar revivir.

    "Maldita sea…", pensé en silencio, apretando la mano de Usser bajo la mesa.